Jorge Negrete y Carlos Gardel: dos figuras inmortales.
Entre Carlos Gardel, “El zorzal criollo” y Jorge Negrete “El Charro inmortal”, hay una serie de semejanzas. Los dos nacieron dotados de una gran voz y pasaron a la historia como los mejores intérpretes de la canción ranchera y del tango. El cine contribuyó a dar a conocer sus figuras por el mundo. El público que abarrotaba las salas donde proyectaban sus películas, pedían que el operador volviera atrás la cinta para deleitarse con sus canciones.
Carlos Gardel era un extraordinario barítono, cuya voz se adaptaba perfectamente al tono del tango. Jorge Negrete fue un gran tenor y por eso podía interpretar con soltura los agudos de las canciones rancheras. Ambos murieron en plena gloria y en plena juventud.
“El morocho del abasto” fallecía el 24 de junio de 1935 en aeropuerto de Medellín, Colombia, al chocar el avión en que viajaba con otro que esperaba para despegar. “El charro cantor”, murió a causa de una penosa enfermedad. Carlos Gardel tenía 44 años, Jorge Negrete recién cumplidos los 42.
La fama de Jorge Negrete fue arrolladora. El charro cantor, de poderosa voz y porte de gran caballero gozó de la admiración de miles de personas en todo el mundo.
Hablar de Jorge Negrete es hablar inevitablemente de un período del cine mejicano que alcanzó su máximo esplendor entre los años 40-50. La cinematografía mexicana, poco conocida en nuestro país comenzó a despuntar a nivel mundial casi a la par que la carrera de este galán triunfador que hacía suspirar a las mujeres. Jorge Negrete que curiosamente nunca había pensado dedicarse ni al cine ni a la canción llegó a convertirse en el estandarte romántico de una generación merced a una gran voz y a su presencia física.
Nació en la típica plazuela de el Ropero en Guanajuato (México) el 30 de noviembre de 1911, su padre era el general David Negrete. Todo su futuro parecía encaminado a las armas. En la academia militar tenía fama de ser un oficial disciplinado, un magnífico tirador y un excelente jinete, cualidades sobradas para ser alguien en la profesión. Sin embargo poseía un don curioso que nunca había explotado, una voz fina, pura y cristalina que levantaba admiración.
Cierto día en el que paseaba por la calle con un compañero vieron un par de chicas a las que comenzaron a cortejar, las siguieron hasta la puerta de la escuela de canto y una vez allí con el fin de no perder la oportunidad de conquistarlas se prestaron a realizar pruebas de voz para su ingreso. Nada más lejos de su intención, pero lo que parecía una anécdota y un suceso anodino, cambió la vida de uno de los romeros, precisamente el que respondía al nombre de Jorge. Abandonó la carrera militar para dedicarse por completo a la música.
Tras estudiar canto y en vista de que en México las cosas no se presentaban claras decidió marcharse a Nueva York. Diversos amigos suyos le habían comentado que era la ciudad del mundo donde realmente se triunfaba, sus pobres experiencias en el mundo del espectáculo de su país le descorazonaban cada día más. Pero las cosas en Nueva York tampoco eran de color de Rosa y tuvo que aceptar para sobrevivir un empleo de maestro de ceremonia y cantante en un cabaret de tercera categoría, el “Yumuri”, especializado en espectáculos de música latinoamericana. Aunque él insistía en interpretar un repertorio clásico, el público le pedía insistentemente que cantase temas típicamente mejicanos como boleros y rancheras.
Aunque parecía que no avanzaba en su carrera, fue llamado para participar en un documental infame de título “Noches cubanas” que pasó sin pena ni gloria, pero que le ayudó para que el productor Gonzalo Varela le ofreciese el papel protagonista de su primer filme “La madrina del diablo”. Era un cinta mediocre que Jorge Negrete resolvió de forma expeditiva y en la que cantaba algún que otro tema. Pero la reacción del público fue inesperada y las salas de proyección se abarrotaron para ver en acción a ese chico mejicano que cantaba como los ángeles. Corría el año 1937 y era señas clara de que las cosas comenzaban a funcionar para Jorge Negrete.
En los cuatro años siguientes participó en diferentes producciones en la que su voz iba madurando y en el que su presencia le convertía en el típico héroe positivo, ranchero y bien intencionado. Algunos títulos como “La valentina”, “Caminos de ayer”, “Perjura”, “Juan sin miedo”, “Juntos pero no revueltos”, y “El cementerio de las Águilas”, le lanzaron como el hombre ideal, ese hombre en el que cualquier mejicano medio quería convertirse y en el que las mujeres depositaban sus anhelos de felicidad. Precisamente vamos a escucharle y verle en algunas de sus primeras películas; “Perjura” y “El fanfarrón” (Aquí llegó el valentón).
En 1941 llegó su consagración definitiva con el filme, “Ay Jalisco no te rajes” en la que encarnaba a la perfección las virtudes del hombre noble, valiente, generoso alegro y enamorado del amor. La cinta causó tal conmoción en el mundo de habla hispana que le catapultó al estrellato en pocos meses. Los espectadores habían descubierto una voz que cantaba con el alma y viceversa. Su compañera femenina en el filme Gloria Marín (que fue compañera sentimental suya durante muchos años) se convirtió en una de las mujeres más envidiadas del mundo.
Tras el estreno, Jorge Negrete inició una gira musical y teatral por todos los países de habla hispana consiguiendo tal aceptación que incluso en las aglomeraciones que se formaban a su paso por capitales como la Habana, Buenos Aires, Lima, Venezuela, Colombia o Madrid hubo que lamentar fallecimientos entre el público debido a atropellos, asfixias o taquicardias. Atrás habían quedado sus comienzos como cantante en fiestas benéficas, ahora incluso la todopoderosa NBC norteamericana le ofrecía sus micrófonos para cantar. Tras la gira antes mencionada por el mundo entero, Jorge Negrete volvió a México convertido en un símbolo nacional.
Jorge Negrete rodó 44 películas: Destacando entre ellas; “Ay Jalisco no te rajes”, “Historia de un gran amor”, “Así se quiere en Jalisco”, “El Peñón de las ánimas”, “Me he de comer esa tuna”, “Allá en el rancho grande”, “Teatro Apolo” y “Jalisco canta en Sevilla”. Estas dos últimas rodadas en España. Exactamente el 31 de mayo de 1948, a las once de la mañana, se apeaba en la estación del príncipe Pío de Madrid. Nunca soñó un recibimiento como aquél en la madre patria. Al asomarse a la portezuela del choche cama, la muchedumbre femenina, que abarrotaba los andenes, rompió el cordón de policías dispuesto por la dirección general de seguridad en previsión de lo que iba a pasar…
¡Cuánto hubo que sufrir aquellos días por la incomprensión de algún sector público que le era hostil! El nunca dijo, o al menos no lo dijo con la intención que luego se le achacó, nada contra los hombre de España, a quienes admiraba y quería por “bravos y por machos”. Se decía que cuando acudió a “Perico Chicote”, las mujeres se abalanzaron sobre él y le abrieron la pretina y que entonces exclamó: ¡pero bueno, es que aquí no hay machos!. El actor español Angel de Andrés desmintió que pronunciara esa frase. Cuestión de leyenda, los hombres enfadados con sus novias mientras iban a ver a actuar a Jorge Negrete, ellos aprovechaban que se estrenaba la película “Gilda” interpretada por Rita Haywort y Glenn Ford, para replicarles ¡Gilda, sí. Negrete, No! a pesar de los años transcurridos, todavía al día de hoy en Madrid no se recuerda una bienvenida igual a un famoso del mundo del espectáculo.
En la película “Jalisco canta en Sevilla”, donde interpreta la famosa canción “Agua del pozo”, debutó la hoy famosísima, Carmen Sevilla. ¡Que por cierto!, tuvo que repetir la escena del beso unas 16 veces. El director Fernando de Fuentes, estaba desesperado y Jorge le decía; ¡Mano, es que puede ser mi hija!. Tenía entonces Carmen Sevilla 17 años. Volvió a España en 1950 y rodó “Teatro Apolo”. El Diario ABC le distinguió con el premio al mejor actor de aquel año.
Por los micrófonos de Radio Madrid, en cadena con otras 32 estaciones, y en emisión espacial, escuchada por unos ocho millones de personas, Jorge Negrete acompañado por el trío calaveras “entonó sus primeras canciones en suelo hispano”
Jorge Negrete tuvo la oportunidad en 1946 de participar en la primera película mejicana de Luis Buñuel, “Gran Casino” una especie de melodrama ignorado por la crítica pero aclamado por el público.
Jorge Negrete estuvo casado en tres ocasiones, Elisa Christy, Gloria Marín y María Félix. La que es considerada por muchos la actriz mejicana más bella y famosa de todos los tiempos. La Doña como le llaman en su tierra.
Con la primera mujer tuvo una hija, Diana que vive en México.
Varias figuras tienen en su historial el honor de haber cantado con Jorge Negrete, entre ellas, las de Pedro Infante, Luis Aguilar y Pedro Vargas y Lucha Reyes, se a las del Charro Inmortal para legarnos la maravilla de la canción mejicana en todo su esplendor.
Jorge Negrete vino a desplazar a la figura aséptica del charro al estilo de Tito Guízar en “Allá en el rancho grande” aquel charro sobrio, casto, pacífico y en ocasiones taimado que seguía siendo fiel al patrón. Porque en la arcadia nacional no había pasado la revolución. Tampoco en la hacienda de Negrete, sent’ sus reales el movimiento social, pero éste convirtió a su charro en borracho, parrandero, pendenciero, jugador y enamorado, tal y como vendría a definirlo el corrido de Juan Charrasqueado.
Los padres del tenor español Plácido Domingo, Pepita Embil y Plácido Domingo, intérpretes de Zarzuela eran muy amigos de Jorge Negrete y muy querido en México. Tanto es así, que su hijo Plácido es un ferviente admirador de Negrete y ha grabado un disco con las canciones más populares del charro cantor. Su admiración es tan grande que ha dicho: “Me llena de ilusión actuar en teatros en los que cantó Negrete”. No olvidemos que Jorge Negrete se inició como cantante de ópera, en donde desarrolló espléndidamente su voz de barítono; pero como la ópera en aquella época solía dar prestigio y poco dinero para comer, Jorge tuvo que ponerse a cantar temas de corte romántico en la Xew, en los inicios de los años treinta, lo cual le hizo ganar dinero y fama.
La madre y hermana de Jorge Negrete, Emilia Moreno y María Teresa Negrete estuvieron en Vigo en 1948. Pararon en el desaparecido Hotel Continental. Todos los días hablaban con Jorge Negrete que les comentaba las bellezas de Galicia.
La voz de Jorge Negrete es reconocida mundialmente como las más extraordinaria ofrenda que se la ha otorgado a la canción ranchera mexicana. Su figura, con el atuendo del traje nacional, compendiaba el regionalismo, las costumbres, la inspiración y tradiciones; con todo el señorío de un pueblo orgulloso de su arte y su folklore. Embajador de buena voluntad ante el mundo, fue profundamente amado en todos los lugares donde se presentó y aún en aquellos donde en persona no llegó. Levantó la industria cinematográfica mexicana y evitó el caos dentro de ella. El mismo se puso al frente, para abrir inmensos mercados al arte-industria. Es del conocimiento de su pueblo, de su público, que fue un adalid en la lucha socio-sindical. El más puro y firme idealista que tuvo el movimiento laboral, no solamente de su gremio, sino de México. Su responsabilidad fue arrolladora y ello fue confirmado cuando sus restos llegaron al aeropuerto internacional, donde le esperaban miles y miles de personas. En el teatro que lleva su nombre y donde fue velado acudió la mayor parte de la familia artística y su funeral fue multitudinario.
Jorge Negrete nació el 30 de noviembre de 1911 y falleció el 5 de diciembre de 1953 en el Hospital Cedros del Líbano en los Ángeles, California, tenía 42 años, recién cumplidos. Año tras año, en el aniversario de la muerte se celebran grandes homenajes en el Panteón Jardín, donde está enterrado.
La figura de Jorge Negrete quedó grabada en el corazón y en la mente de millones de personas de todo el mundo.
Sus amigos artistas le dedicaron “El corrido de Jorge Negrete”, dice así: “Que digan que estoy dormido y que me traigan aquí, México lindo y querido, si muero lejos de ti” Así cantabas con todo el sentimiento, poniendo el alma en tu voz y tu canción, tal vez tenías el cruel presentimiento metido en lo más hondo, allá en tu corazón. Tuviste a orgullo ser charro mexicano, y al mundo entero le hablas de tu sol, de las mujeres, de un pueblo soberano que llora de alegría y canta de dolor.
Que me entierren en la sierra al pie de los magueyales y que me cubra la tierra que es cuna de hombres cabales. Adiós hermano de sueños y de anhelo, ya te cobija la tierra que te amó sobre tu tumba las flores del recuerdo regadas con el llanto que un pueblo te lloró.
Te fuiste pronto como los elegidos, en plena gloria y en plena juventud, pero nos dejas tus versos consentidos y nunca olvidaremos que así cantabas tú.